(Artículo publicado en el periódico Levante de Castellón el 10-06-11)
En unos pocos días va a comenzar su andadura un nuevo ciclo municipal en el Ayuntamiento de Castellón, con un gobierno del Partido Popular que ha recibido un sustancial y mayoritario apoyo de la ciudadanía. Mal que nos pese, es éste un reconocimiento obvio, pero necesario. Y lo va a hacer sin que sepamos ciertamente qué va a hacer, cuáles son sus proyectos, cuáles son sus prioridades; no en vano plantearon los recientes comicios teniendo como único referente el gobierno de Zapatero. Nada trascendió de su programa electoral.
Sin embargo, sí conocemos sus modos y maneras de gestionar, los que han llevado a nuestro ayuntamiento a una situación financiera de bancarrota. El adjetivo no pretende ser demagógico ni superlativo: es, simplemente, la sangrante constatación de la realidad, cuyas consecuencias las pagamos todos los ciudadanos.
El Ayuntamiento tiene en estos momentos una deuda viva oficial de 107 millones de euros, un 40% más que hace dos años. Una deuda a la que deben sumarse otras no menos reales porque hay que pagarlas, de 33 millones a corto plazo y de 6,5 millones pendientes de pagos a proveedores. Esta deuda supone más del 60% del presupuesto municipal, que ascendió en el pasado año a 183 millones de euros.
La situación financiera es claramente desastrosa: cada día nuestro Ayuntamiento – o sea, todos los y las castellonenses - debe pagar bastante más por los intereses de lo que debe que lo que ingresa, y eso que la subida de impuestos en los últimos años no ha tenido parangón.
No vamos a insistir en las causas de tamaño despropósito. A pesar de la consabida cantinela de que la culpa viene de Madrid, sabemos que tienen un origen mucho más cercano: la caída de la actividad productiva, lo que mermó la capacidad recaudatoria; la asunción de deuda de la Generalitat, el parón que supuso la anulación del PGOU; la realización de determinados proyectos de envergadura sin la cobertura precisa… No entramos en los gastos innecesarios o los dedicados al autobombo, que han sido muy importantes.
Nos preocupa sobre todo cómo va a acometer el nuevo equipo esta situación, pues a pesar de las buenas palabras y consignas de Rajoy, no vemos intención clara de que vayan a ser aplicadas a nuestra economía municipal. Y, por otra parte, ¿cómo va afrontar las necesarias políticas activas que cooperen en la creación de empleo si antes no sanea su situación financiera?
¿Por dónde empezar? No es una pregunta retórica. Creemos que situación tan apremiante requiere de un pacto de todas las fuerzas políticas del consistorio que permita a su vez un más amplio acuerdo con los representantes sociales, en el marco del Consejo Político y Social de la ciudad. Y creemos que el equipo de gobierno debe acometer sin dilaciones los planes de saneamiento financiero y de control presupuestario aprobados por el Ayuntamiento.
Representantes del grupo municipal socialista ya lo han anunciado: estarán, si así sucede, apoyando dicha acción que pasa, entre otros menesteres, por reclamar de la Generalitat el reintegro de las inversiones realizadas en la ciudad y costeadas por el Ayuntamiento.
Y pasa, también, por lo que pusimos en negro sobre blanco en nuestro programa electoral: apuntábamos la necesidad de realizar un diagnóstico pormenorizado de las finanzas municipales y elaborar un plan de choque de saneamiento financiero, que conllevará ineludiblemente, la refinanciación de la deuda, la reducción drástica de los gastos - sin que se menoscaben servicios esenciales a la comunidad y los programas sociales y educativos -, la mejora de la gestión de los ingresos - con la congelación real de los impuestos municipales - y la racionalización de las estructuras y modos de gestión.
Todo un reto para empezar a andar.
viernes, 10 de junio de 2011
COSAS DEL QUE ATISBA EL FINAL DE UNA ETAPA
MI MAESTRO
Don Salvador se llamaba, don Salvador para todos,
en el parque y en la escuela, en la calle y en el coso,
él tenía muchos años, yo unos pocos.
Recuerdo su traje gris y mis pantalones cortos,
su camisa siempre blanca, las mías con algún roto,
a pesar del frío invierno, no llevaba guardapolvo.
Su blanco pelo ondulado, y mis rizos revoltosos,
sus manos elocuentes, grandes; cortezones en mis codos,
su cálida mirada azul, la curiosidad en mis ojos.
Su palabra sabia y recta, en la forma y en el fondo,
su letra redonda y clara, sobre el encerado fofo
y en la esquina de su mesa el enigmático globo.
Le recuerdo corrigiendo mis cuentas y mis esbozos
y cómo nos explicaba las guerras contra los moros,
la vida de las abejas, lo enorme que es el cosmos.
Cuadernos de redacción, la vida de san Isidoro,
nos leía poesía con la frescura de un soplo,
nos hablaba de valores, de justicia sobre todo.
Cuando entrábamos en clase se acababa el alboroto,
pero el patio era de juego, al burrico y al birlocho.
Y a la hora del recreo, el cazo con leche en polvo.
Medio siglo es mucho tiempo.
Ahora que mi trabajo de maestro se va yendo poco a poco,
entre escuelas, aulas, alumnos, mil imágenes de rostros,
una se ilumina más, fugazmente, como un rescoldo,
la de mi maestro de quinto, don Salvador, ¡qué maestro!
Don Salvador se llamaba, don Salvador para todos,
en el parque y en la escuela, en la calle y en el coso,
él tenía muchos años, yo unos pocos.
Recuerdo su traje gris y mis pantalones cortos,
su camisa siempre blanca, las mías con algún roto,
a pesar del frío invierno, no llevaba guardapolvo.
Su blanco pelo ondulado, y mis rizos revoltosos,
sus manos elocuentes, grandes; cortezones en mis codos,
su cálida mirada azul, la curiosidad en mis ojos.
Su palabra sabia y recta, en la forma y en el fondo,
su letra redonda y clara, sobre el encerado fofo
y en la esquina de su mesa el enigmático globo.
Le recuerdo corrigiendo mis cuentas y mis esbozos
y cómo nos explicaba las guerras contra los moros,
la vida de las abejas, lo enorme que es el cosmos.
Cuadernos de redacción, la vida de san Isidoro,
nos leía poesía con la frescura de un soplo,
nos hablaba de valores, de justicia sobre todo.
Cuando entrábamos en clase se acababa el alboroto,
pero el patio era de juego, al burrico y al birlocho.
Y a la hora del recreo, el cazo con leche en polvo.
Medio siglo es mucho tiempo.
Ahora que mi trabajo de maestro se va yendo poco a poco,
entre escuelas, aulas, alumnos, mil imágenes de rostros,
una se ilumina más, fugazmente, como un rescoldo,
la de mi maestro de quinto, don Salvador, ¡qué maestro!
ANTICIPANDO LA JUBILACIÓN (PROFESIONAL)
Discurso elaborado por Pedro Gómez, con retazos de aquí y de allá, en representación de los 11 docentes del Instituto Francisco Ribalta que se jubilan este curso, y leído por Ángel Oter en la comida homenaje celebrada el día 8 de junio.
DISCURSO DE JUBILACIÓN. JUNIO DE 2011
Compañeras, compañeros, estimadas amigas y amigos:
Os hablo en nombre y representación de todos los que aquí, a mi lado, arropándome al leeros estas breves líneas, en pocos días acabaremos nuestra vida laboral: de Amalia, de Amparo, de Carmen, de Elvira, de Isabel, de Magda, de Maribel, de Mónica, de Pedro, de Teresa… y en el mío propio. Hemos preferido que sean estas palabras una sencilla manifestación coral de nuestros sentimientos, renunciando a que este acto se convierta en un remedo de concurso de monólogos.
Vaya por delante, sin más, nuestro agradecimiento por compartir este momento, por acompañarnos en este día.
Cada final de curso tiene para los que nos dedicamos a la docencia algo especial; no en balde algunos jalonamos nuestras vidas con este curioso calendario que termina en junio. Pero para los que en breve vamos a ‘pasar a mejor vida’ – en el literal sentido de la palabra -, este final de curso nos es verdaderamente excepcional: nos jubilamos, y lo hacemos, además, voluntariamente. Algo que nos añade un plus de emoción al acontecimiento.
A todos nosotros, a unos más, a otros menos, este truncamiento radical de la vida profesional nos provoca un cúmulo de emociones y sentimientos asociados a dos maneras de afrontarlo: desde el echar la vista atrás, mirando por el retrovisor, hasta ponernos de puntillas para otear lo que nos acecha.
Unos ponemos el acento en ver este hito como la culminación de un largo periodo, cuyos inicios se remontan tanto que se mezclan con las vivencias de juventud. Y entonces no podemos dejar de sucumbir a la tentación de hacer balance, personal y colectivo, de nuestro largo recorrido.
Para los que, como nosotros, llevamos tantos años de brega, no es tarea fácil: ¿cómo resumir, como evaluar, profesionalmente hablando, tal experiencia? Si nos atenemos a cantidades, las cifras abruman: hemos intentado enseñar; también, cómo no, educar, a no menos de 4.000 alumnos y alumnas. ¿En qué grado lo habremos conseguido? Hemos compartido esta tarea con cientos de personas, cada cual con su particular forma de entender y practicar la profesión, y hemos participado en proyectos colectivos de variada índole. ¿Cómo valorar justamente su innegable impronta?
El repaso cualitativo del bagaje nos ofrece un elocuente tránsito. Algunos nos podemos remontar a tiempos de finales del franquismo, y así, la experiencia es más multicolor. Pocos docentes de nuestro entorno europeo nos pueden hacer sombra: hemos batallado con la ley general del 70, con la lode, la logse y la loe, y hemos tenido que ir adaptándonos a sus innumerables cambios. Una tonelada de papel de diario oficial ha guiado nuestro quehacer y nos han dirigido – es un decir – desde el centro y desde la periferia: todo un lujo. ¿Alguien es capaz de concluir algo inteligible?
Una etapa que termina… o un ilusionante periodo que comienza. Nada menos que, si nos atenemos a las estadísticas, no menos de 25 años ¡un cuarto de siglo! sin sujeción de horarios, sin apreturas, con nuevas rutinas, quehaceres… Una etapa de mayor libertad, para dedicarnos a la construcción de un nuevo proyecto personal, a profundizar aspectos que el trabajo cotidiano impidió realizar con la intensidad deseada. Quien más, quien menos, tenemos muchos pitos que tocar y no nos van a faltar compromisos para llenar el vacío que la falta de trabajo docente va a suponer después del verano. No nos inquieta, a pesar de la incertidumbre. No os preocupéis: no vamos a caer en la trampa del miedo a la libertad, a lo desconocido.
Y cuando al próximo curso alguno de nosotros volvamos a visitaros y nos preguntéis: ¿qué tal, cómo estás?, responderemos sin afectación: “vivo jubilosamente”. Aunque creemos que no podremos dejar de sentir algo de nostalgia por vuestra vida profesional, recordándola con cariño, no nos anclaremos en el pasado. Nuestro es el presente, y lo viviremos con intensidad.
Vosotros seguiréis en la brecha, por el tiempo estipulado. No son buenos tiempos, ya lo sabéis, y no se atisban mejorías. Nos atrevemos a daros, como si ya estuviéramos viendo los toros desde la barrera, un consejo: cada cual debe ser capaz de encontrar en la tarea de cada día, de cada momento, el resquicio suficiente para estar satisfecho de su trabajo, sin falsas modestias. Es la mejor manera de navegar en este proceloso mar. Y así, cuando en el próximo curso volvamos y os preguntemos: ¿qué tal, cómo estás?, podáis responder sin afectación: “mejor de lo que imaginas”.
Termino. Muchas emociones, reflexiones y sentimientos que compartir con todos vosotros. Sabemos que siempre tendremos en el Ribalta un punto de encuentro. Sabed que tenéis en cada uno de vosotros un trocito de nuestro cariño. Gracias, y hasta siempre.
DISCURSO DE JUBILACIÓN. JUNIO DE 2011
Compañeras, compañeros, estimadas amigas y amigos:
Os hablo en nombre y representación de todos los que aquí, a mi lado, arropándome al leeros estas breves líneas, en pocos días acabaremos nuestra vida laboral: de Amalia, de Amparo, de Carmen, de Elvira, de Isabel, de Magda, de Maribel, de Mónica, de Pedro, de Teresa… y en el mío propio. Hemos preferido que sean estas palabras una sencilla manifestación coral de nuestros sentimientos, renunciando a que este acto se convierta en un remedo de concurso de monólogos.
Vaya por delante, sin más, nuestro agradecimiento por compartir este momento, por acompañarnos en este día.
Cada final de curso tiene para los que nos dedicamos a la docencia algo especial; no en balde algunos jalonamos nuestras vidas con este curioso calendario que termina en junio. Pero para los que en breve vamos a ‘pasar a mejor vida’ – en el literal sentido de la palabra -, este final de curso nos es verdaderamente excepcional: nos jubilamos, y lo hacemos, además, voluntariamente. Algo que nos añade un plus de emoción al acontecimiento.
A todos nosotros, a unos más, a otros menos, este truncamiento radical de la vida profesional nos provoca un cúmulo de emociones y sentimientos asociados a dos maneras de afrontarlo: desde el echar la vista atrás, mirando por el retrovisor, hasta ponernos de puntillas para otear lo que nos acecha.
Unos ponemos el acento en ver este hito como la culminación de un largo periodo, cuyos inicios se remontan tanto que se mezclan con las vivencias de juventud. Y entonces no podemos dejar de sucumbir a la tentación de hacer balance, personal y colectivo, de nuestro largo recorrido.
Para los que, como nosotros, llevamos tantos años de brega, no es tarea fácil: ¿cómo resumir, como evaluar, profesionalmente hablando, tal experiencia? Si nos atenemos a cantidades, las cifras abruman: hemos intentado enseñar; también, cómo no, educar, a no menos de 4.000 alumnos y alumnas. ¿En qué grado lo habremos conseguido? Hemos compartido esta tarea con cientos de personas, cada cual con su particular forma de entender y practicar la profesión, y hemos participado en proyectos colectivos de variada índole. ¿Cómo valorar justamente su innegable impronta?
El repaso cualitativo del bagaje nos ofrece un elocuente tránsito. Algunos nos podemos remontar a tiempos de finales del franquismo, y así, la experiencia es más multicolor. Pocos docentes de nuestro entorno europeo nos pueden hacer sombra: hemos batallado con la ley general del 70, con la lode, la logse y la loe, y hemos tenido que ir adaptándonos a sus innumerables cambios. Una tonelada de papel de diario oficial ha guiado nuestro quehacer y nos han dirigido – es un decir – desde el centro y desde la periferia: todo un lujo. ¿Alguien es capaz de concluir algo inteligible?
Una etapa que termina… o un ilusionante periodo que comienza. Nada menos que, si nos atenemos a las estadísticas, no menos de 25 años ¡un cuarto de siglo! sin sujeción de horarios, sin apreturas, con nuevas rutinas, quehaceres… Una etapa de mayor libertad, para dedicarnos a la construcción de un nuevo proyecto personal, a profundizar aspectos que el trabajo cotidiano impidió realizar con la intensidad deseada. Quien más, quien menos, tenemos muchos pitos que tocar y no nos van a faltar compromisos para llenar el vacío que la falta de trabajo docente va a suponer después del verano. No nos inquieta, a pesar de la incertidumbre. No os preocupéis: no vamos a caer en la trampa del miedo a la libertad, a lo desconocido.
Y cuando al próximo curso alguno de nosotros volvamos a visitaros y nos preguntéis: ¿qué tal, cómo estás?, responderemos sin afectación: “vivo jubilosamente”. Aunque creemos que no podremos dejar de sentir algo de nostalgia por vuestra vida profesional, recordándola con cariño, no nos anclaremos en el pasado. Nuestro es el presente, y lo viviremos con intensidad.
Vosotros seguiréis en la brecha, por el tiempo estipulado. No son buenos tiempos, ya lo sabéis, y no se atisban mejorías. Nos atrevemos a daros, como si ya estuviéramos viendo los toros desde la barrera, un consejo: cada cual debe ser capaz de encontrar en la tarea de cada día, de cada momento, el resquicio suficiente para estar satisfecho de su trabajo, sin falsas modestias. Es la mejor manera de navegar en este proceloso mar. Y así, cuando en el próximo curso volvamos y os preguntemos: ¿qué tal, cómo estás?, podáis responder sin afectación: “mejor de lo que imaginas”.
Termino. Muchas emociones, reflexiones y sentimientos que compartir con todos vosotros. Sabemos que siempre tendremos en el Ribalta un punto de encuentro. Sabed que tenéis en cada uno de vosotros un trocito de nuestro cariño. Gracias, y hasta siempre.
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