miércoles, 30 de septiembre de 2009
PERDÓN DE NUEVO, ¿LA JUSTICIA? - AL FONDO A LA DERECHA
La mañana en que los medios de comunicación nos informaban sobre la ‘presunta’ financiación irregular del PP valenciano, instalada en el corazón mismo de la trama de corrupción del caso Gürtel, los micrófonos de Radio Nacional pulsaron la opinión de ciudadanos anónimos en la concurrida Estación del Norte de Valencia.
Si esperábamos alguna respuesta indignada por el comportamiento de los dirigentes políticos que aparecen en el informe nos quedamos con las ganas: la docena de entrevistados se manifestó insensible a esta gravísima situación, planteaban el tema como irrelevante y extendían la responsabilidad a todos los políticos sin distinción, aunque a algunos se les notaba molestos, recelosos e, incluso, temerosos en sus respuestas. Increíble, pero cierto.
En nuestra ciudad, donde las ramificaciones del caso ya tienen nombre – Lubasa, Piaf, Facsa, tres de las más importantes empresas de la provincia -, no podemos esperar manifestaciones muy diferentes.
¿Cómo se ha podido llegar a esta situación, a esta masiva insensibilidad ética, a esta falta de coraje para reaccionar ante las escandalosas evidencias? Es más: se ve a tantos sentirse tan cómodos navegando por estos lodazales, poniendo el grito en el cielo si alguien osa levantar la voz más de lo que creen admisible… Incluso las encuestan de opinión –las no pagadas por los interesados, se entiende – ofrecen conclusiones similares.
No sólo se explica por la trabajadísima estrategia de comunicación y propaganda y la ingente cantidad de dinero público que emplean para controlar cierta prensa escrita, o por la sesgada y vergonzosa política informativa de la televisión autonómica. Todos sabemos que hay más razones.
Y, sin embargo, ¿quién puede dudar a estas alturas de que estas empresas, que han visto multiplicar vertiginosamente sus beneficios en la última década, que mantienen contratos millonarios con las administraciones gobernadas por el PP, han tenido una relación de privilegio? La sospecha es tan generalizada que los trabajadores del ramo identifican jocosamente las dos últimas letras del acróstico PIAF como “Alberto Fabra”, añadiendo en las otras dos malévolas palabras que empiezan por ‘P’ y por ‘I’.
Pero no nos engañemos. En el fondo, nuestra sociedad, en estado semiletárgico y en clara sintonía con estos responsables políticos, reflejada tozudamente en las urnas, está esperando el veredicto final de la justicia. Ni veinticuatro horas tardarán en resintonizar su dial.
Porque, en el fondo, hasta sus propios militantes saben que están instalados en una peligrosísima borrachera de poder que les ha conducido a una espiral de prácticas de las que tarde o temprano tendrán que desligarse.
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