viernes, 22 de agosto de 2008
¿QUÉ HAY DETRÁS DE LOS NÚMEROS?
Recientemente nos está bombardeando el Ayuntamiento con cifras estadísticas sobre los usuarios de todo tipo de servicios y programas, cuya fiabilidad sólo se admite aceptando la bondad de la fuente. Bien es cierto que alguna de ellas, como la que dio el señor Soler sobre las personas que habían utilizado el trolebús a unas semanas de su puesta en funcionamiento, viéndolo constantemente vacío, hacen sospechar que algunas de estas otras pueden también estar hinchadas. Démoslas globalmente por buenas y congratulémonos por este incremento de los servicios ciudadanos.
Sabemos, sin embargo, la tendencia malsana que existe en la interpretación sesgada de las cifras estadísticas, no sólo para destacar lo que nos es favorable y velar lo que nos incomoda, sino para tergiversar intencionadamente las conclusiones.
El ejemplo concreto lo tenemos en una reciente información que ha dado la Conselleria de Educación sobre el incremento en los últimos doce años en la provincia de Castellón del alumnado que se escolariza en los niveles obligatorios de Educación Infantil, Primaria y Secundaria en valenciano, lo que en términos técnicos se denomina programas PEV (enseñanza en valenciano) frente a los programas PIP (de incorporación progresiva). Las cifras son elocuentes: globalmente, se ha multiplicado por 2,8, pasando de 15.331 a 43.383, aunque se omite el porcentaje que representa sobre el total de la población escolarizada, la cual, indudablemente, también ha sufrido un incremento considerable.
Lo que ya es más sopechoso es la valoración que de ello hacen los responsables políticos y, especialmente uno de ellos, sobradamente conocido en Castellón, el señor Baila – aún tiene pendiente una causa judicial por presunto delito de prevaricación -. Dicen que estos datos son muestra de la apuesta firme por la enseñanza en valenciano y apunta el señor Baila que el objetivo es que los alumnos dominen el valenciano, “una de nuestras señas de identidad”. Hasta ahora, poco se ha visto que vaya en tal dirección programática.
Si analizamos los incrementos por etapas educativas la cuestión se nos hace más clara: en la etapa básica de Infantil y Primaria, el alumnado matriculado en valenciano se ha multiplicado por 2,3, pasando de cerca de 14.000 a poco más de 31.000. Pero cuando este alumnado pasa a la etapa de Educación Secundaria, la matrícula en el programa de enseñanza en valenciano se ha multiplicado por 8, pasando de poco más de 1.500 a más de 12.000. Éste sí que es un incremento muy sustancial y no explicado.
No entremos en valorar el aumento de la escolarización en valenciano en la etapa básica, aunque habría que referenciar y valorar la escolarización en valenciano de una importantísima población de alumnado inmigrante, lo que ha ayudado sin duda a engrosar el incremento. Pero una de las razones que explican y esconde el desaforado aumento en la etapa Secundaria, en el paso del alumnado de 6º de Primaria a 1º de la ESO, está ligado a la percepción real que tienen los padres de lo que sucede en muchos grupos de enseñanza en castellano de la ESO, donde se concentra la mayoría del alumnado con problemas de aprendizaje y de disciplina, frente a los grupos PEV, donde el clima educativo y las actitudes son mucho más favorables para el estudio.
De todos es sabido, y cada vez está más extendido, que padres conscientes de la importancia de la educación y que valoran muy positivamente el valenciano matriculan a sus hijos en castellano cuando van a cursar los niveles de Infantil y Primaria, pero se pasan a la enseñanza en valenciano cuando matriculan a sus hijos en el Instituto. Razones no les faltan, pero dice muy poco en favor de la educación que se imparte en nuestros centros.
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