domingo, 14 de noviembre de 2010
EL JUEGO DE LA DERECHA
Al otro lado del hilo telefónico, la voz femenina de una encuestadora me pregunta: “Si la extrema izquierda es un 1 y la extrema derecha es un 10, ¿dónde situaría al Partido Popular?”. Mi respuesta, tras unos breves momentos de vacilación, es: “Le pondría un notable alto, rallando el sobresaliente.”
Se trata de la pregunta imprescindible en cualquier encuesta de opinión política, que plantea algo tan complejo como trasladar a una puntuación decimal la apreciación personal de la ideología y la acción política de un partido, sin especificar más, en un intento de simplificación máxima. Sin embargo, es el modelo que funciona, esta vieja fórmula de representación lineal de la izquierda y la derecha, como si de la recta numérica se tratara, sin poder evitar, por otra parte, la correlación con el suspenso y el aprobado.
Izquierda y derecha. Ha llovido mucho desde que la Asamblea Nacional surgida de la Revolución Francesa acuñó los términos ‘izquierda’ y ‘derecha’ para designar a quienes ocupaban los escaños del semicírculo: los de la derecha del Presidente, representantes de los tradicionalistas, monárquicos y defensores del ancien régime, se enfrentaban a los que se sentaban a la izquierda de la mesa presidencial, los progresistas, defensores de los nuevos valores en que se asentaba su revolución: la libertad, la igualdad y la fraternidad. Otra simplificación, sin duda, porque en aquella Asamblea, ni los unos ni los otros respondían exactamente a la diferenciación anterior, o lo hacían con muchos matices.
Pero esta vieja representación lineal y su significado político se han mantenido prácticamente invariables y han servido para identificar a los protagonistas de la confrontación política y a los planteamientos ideológicos con los que transcurrido la historia de los últimos doscientos años, posicionando, a lo largo de ese segmento, las diferentes opciones que han ido surgiendo.
Hoy la cuestión se nos presenta más difícil. Se habla incluso de la necesidad de establecer, a partir de dos ejes diferenciados, económico uno y social el otro, un sistema bidimensional de localización. No en vano nos sorprenden gobiernos y opciones políticas cuyos planteamientos en materia económica se distancian ideológicamente de sus propuestas sociales y gobiernos cuyas políticas económicas son muy parejas pero se enfrentan en sus políticas sociales. Y también está el corsé de la globalización, de la crisis globalizada, que obliga a determinados gobiernos a establecer propuestas económicas menos acordes con sus posiciones para mantener los principios sociales que postula.
En todo este complicado panorama de identificación política, también es sabido que siempre se le ha exigido mucha mayor coherencia a la izquierda que a la derecha. Bueno es: con la izquierda se es mucho más exigente, mientras que a la derecha se le permite jugar a todos los palos, siempre, eso sí, que los intereses de los poderosos no se vean mermados.
¿A qué juega la derecha en nuestro país ejerciendo de oposición? ¿Cómo la reconocemos en nuestra ciudad en su acción de gobierno?
Varias han sido las líneas estratégicas de oposición del Partido Popular: la máxima rentabilización electoral de la crisis económica, el desgaste del gobierno sin poner límites a su corresponsabilidad, la ocultación de sus verdaderas propuestas políticas, tanto económicas como sociales, y la engañosa defensa, si viene al caso, de los intereses de los colectivos sociales que ha despreciado cuando ha ejercido el poder. ¿Cómo se entiende, si no, su actual interés por los pensionistas, por los trabajadores desempleados, por el pueblo saharaui o por cualquier causa, venga de donde venga, que sirva para debilitar al gobierno? ¿Desde cuándo la derecha ha hecho suyas las causas de los débiles, de los desfavorecidos, de los oprimidos?
En el gobierno de nuestra ciudad también la derecha juega algunos papeles difíciles de reconocer. Los incrementos fiscales, por ejemplo, propios de la izquierda como herramienta de redistribución, son utilizados abusivamente por la derecha para compensar su pésima gestión. Sin embargo, aquí, a pesar de que ocupa en el salón de plenos la parte izquierda de la sala, sus políticas conservadoras y sus modos son muy palpables: privatización de servicios, apuesta por el desarrollismo especulador, populismo cultural, clientelismo, políticas sociales de subvención, proteccionismo de los intereses de los poderosos, desafección de lo público…
Ahora van a volver otra vez los cantos de sirena con nuevas propuestas electorales que tratarán de enmascarar sus verdaderas intenciones. Es, simplemente, una y otra vez, el juego de la derecha.
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