En la tierra, decía Armand Salacreu, hay dos cosas sencillas: relatar el pasado y predecir el futuro. Pero ver claro día tras día, sentenciaba, es otra cuestión.
Nada es sencillo, dirán; y menos en nuestras modernas sociedades. Pero continua siendo cierto, como asegura el dramaturgo francés, que dar respuesta correcta a los problemas del día a día es lo realmente complicado y, sin duda, lo más comprometido, mucho más que explicar los porqués de los acontecimientos. Lo de hacer pronósticos, por otra parte, tendremos que dejarlo para las ciencias esotéricas, a la vista de lo impredecibles y vertiginosos con que se suceden.
Dar esa respuesta correcta del momento presente es lo difícil y lo arriesgado. Es más fácil quedarse callado, agazapado ante los problemas, mirando hacia otro lado o augurando el fracaso de los demás. Y, sin embargo, dar respuestas, proponer soluciones, es lo que la sociedad demanda a quienes tienen la responsabilidad de gobernar. También, a los que ejercen responsablemente de oposición. Más en tiempos de dificultades.
Hablamos de la capacidad de liderazgo, que comporta, entre otras virtudes, la de orientar soluciones a las necesidades de los ciudadanos, de adaptarse a los nuevos requerimientos, de la capacidad de negociación y de integración, de sentido de la innovación, de altura de miras.
En estos últimos días hemos tenido ocasión de percibir dos formas muy diferentes de ejercer esta capacidad (o incapacidad) de liderazgo.
Nuestra ciudad, todos lo sabemos, ha sufrido como pocas las consecuencias de la crisis económica, alcanzando unas cotas de desempleo muy preocupantes. ¿Qué soluciones hemos percibido en todo este tiempo? Están concluyéndose los proyectos financiados con fondos del primer Plan E y ya se han concretado los que inmediatamente se cubrirán con el segundo, los cuales van a dar solución a deficiencias históricas y otras más recientes de diferentes barrios. Dinero público para crear parte del empleo destruido, principalmente en el sector de la construcción. Y de la Generalitat, del plan de Camps, a pesar de las promesas, aún nada de nada.
Muchos municipios, por su parte, están aportando sus propios planes locales para crear empleo. El ayuntamiento de Castellón, huelga decirlo, no considera suyo el problema; por eso en los presupuestos municipales se destinan escasamente 40.000 euros al Plan Castellón Emplea. Presupuestos que son una muestra más de la escasa capacidad del Partido Popular para la gestión pública y de falta de liderazgo.
El Partido Socialista, por medio de su portavoz en el Grupo Municipal, Juan María Calles, ha ofrecido un paquete de medidas para mejorarlos que, obviamente, fueron totalmente rechazadas. Y hace unos días ofrecía al equipo de gobierno y a la ciudad de Castellón una propuesta que resume por sí sola esa capacidad de liderazgo de la que hablamos: ante los problemas concretos e importantes, soluciones de alcance. Que el alcalde, Alberto Fabra, defienda la implantación de Ikea en Castellón, pues es la solución para desatascar un conflicto institucional larvado desde hace años por la falta de liderazgo del Partido Popular para canalizar la llegada de la multinacional sueca a tierras valencianas. La inversión de Ikea en la construcción de una nueva planta comercial supondría una inyección económica de hasta 250 millones de euros, y el impacto en la economía local sería muy beneficioso en los sectores vinculados al ámbito inmobiliario. Generaría, según los estudios, 2.000 puestos de trabajo durante la construcción del centro comercial y otros 2.000 entre empleos directos e indirectos.
La propuesta ha sido bien recibida por la ciudadanía y por los sectores afectados, condición indispensable de toda iniciativa que pretenda convertirse en proyecto colectivo, pero nace con un estigma: haber sido auspiciada por el Partido Socialista, lo que inmediatamente ha producido la reacción de rechazo, predecible por otra parte, del equipo de gobierno. Les pilla con el paso cambiado, y el “no” del alcalde a la propuesta, con argumentos insostenibles, le pasará factura, pues es una nota más en el haber de su incapacidad de liderazgo.
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