jueves, 29 de julio de 2010

¡QUÉ VERANITO!


Confieso que nunca me cayó bien Manuel Toharia, siquiera cuando siendo joven (él, y yo más) salía en la tele de la transición como hombre del tiempo, con su voz picuda y su porte empalagoso. Su carrera en la dirección de programas televisivos y revistas de divulgación científica fue meteórica, y dándole igual a un roto que a un descosido se convirtió poco menos que en paradigma de la ciencia a la medida de nuestras clases medias.

Todos los palos tocó, siempre que fueran lucrativos: libros, vídeos, revistas… Y por eso le vimos protagonista por nuestras latitudes, esta vez firmando un libro de encargo, pagado por Endesa, la empresa titular de la central térmica de Andorra, en el que intentaba demostrar – él, que siendo físico se autodefine como periodista científico – que la lluvia ácida que por los años ochenta corroía los montes de El Maestrazgo y Els Ports no provenía de las emanaciones sulfurosas de la central turolense. Ponía su granito de arena en la guerra mediática que se libró paralelamente a la judicial por delito ecológico. Olía a chamusquina la profesionalidad del periodista, no tanto por la lluvia ácida como por sus anchas tragaderas, y jamás se le oyó rectificación alguna tras la comprobación de la vinculación de la central por un comité (independiente) de expertos.

No pasó mucho tiempo para que pudiéramos comprobar definitivamente de qué pie cojeaba el susodicho, pues recién inaugurado el Mueso de las Artes y las Ciencias de Valencia, el gobierno de Zaplana lo nombró su director. Y allí sigue, haciéndose famoso no tanto por su gestión como por sus polémicas manifestaciones relativizando el problema del cambio climático, llamando mentiroso a Al Gore o bramando contra los ecologistas.

En su línea, a principios de verano se le escapó otra perla, y pronosticó – ‘científicamente’, dada su condición – que éste sería más fresco de lo normal, vamos que de calentamiento, nada de nada. Quizá estaba pensando que iba a pasarlo sin salir de su apartamento, que tiene aire acondicionado hasta en la caseta del perro.

Con los agobios que hemos pasado día sí día también, me he acordado del Toharia y de sus vaticinios más de lo recomendable. ¡Qué veranito!