viernes, 18 de febrero de 2011

¿QUÉ ES MENTIR, SEÑORA RIBES?


- ¿Qué es mentir, señorita Ribes? – pregunta el párroco.
La señorita Ribes, con diligencia, pues es una estudiante aplicada, responde:
- Mentir es decir lo contrario de lo que se piensa con intención de engañar.
- ¿Y cuál es el mandamiento que lo prohíbe? – insiste el reverendo.
- El octavo Mandamiento de la Ley de Dios, que dice: No dirás falso testimonio ni mentirás.

Así debía responder la señorita Ribes en la catequesis. Ahora es doña Marisa Ribes, concejala del Ayuntamiento de la ciudad y presidenta del Consejo de Participación Ciudadana.

Y a pesar de lo bien que sabe que su incumplimiento es una falta, no le tiembla el pulso cuando cree preciso burlarlo. Aunque sea pecado mortal, porque la infracción la comete en público y con insistencia. Esto, creo yo, no puede ser, señora Ribes, ¡y a su edad! Después seguro que le reconcome la conciencia y se le llevan los demonios.

¿Cuál es el motivo de tal comportamiento pecaminoso? La celebración de la fiesta anual con las entidades vecinales días antes del comienzo de la campaña electoral, para que todo el mundo sepa, aunque no se diga ni palabra, quién es la que da los euros, a ver si después alguno se hace el longuis y no cumple lo que hay que cumplir. Como el asunto es espinoso de tratar, más de debatir y mucho más de someterlo a votación, se inventa al vuelo lo de ‘eso ya está aprobado y punto’.

El tema no es baladí, aunque queramos presentarlo en tono menor. Cuando el político miente, y sabe que el auditorio es consciente de su mentira, se degrada a sí mismo y degrada al auditorio. Y cuando la mentira no es una acción aislada, sino que forma parte habitual del discurso, junto a la exageración, las tergiversaciones y la demagogia, la degradación es colectiva y arruina la sociedad.

La mentira en la vida pública nunca viene sola, está emparentada con la opacidad, la tentación de ocultar a la ciudadanía oscuras intenciones. También tiene su apego con el incumplimiento de la legalidad en beneficio propio, bien directamente o a través de terceros. Y, por supuesto, va de la mano de la falta de honestidad, uno de los valores más preciados de la política.

No creo que la señora Ribes sea consciente de esta retahíla de consecuencias innobles, ni que su mentira venga a traer tamaños lodos. Creo más bien que lo hace sin mayor intención, como para salir del paso y, desde luego, como habituada a estas fullerías.

Más es de preocupar que los presentes en ese acto, bien por complacencia o por inacción, no se planten e impidan ser tratados como moneda de cambio. Son representantes vecinales en el máximo órgano de participación municipal. Les mienten, y no pasa nada. Tratan de imponerles – sutilmente – tributo de vasallaje, y no pasa nada. Así viene siendo desde hace tantos años, que estamos acostumbrados a convivir con este tipo de relaciones y tutelas.

Por eso creemos que debe producirse cuanto antes un cambio de modelo, que será imposible si no hay recambio de personas. Por eso es necesario denunciar estos ‘pequeños’ hechos, estas mentiras de tres al cuarto, porque no son más que síntomas de un problema de mayor envergadura.

Su mentira, señora Ribes, no se salda con una penitencia parroquial. Necesita rectificación pública y propósito de la enmienda.

lunes, 7 de febrero de 2011

CONFRONTAR Y DEBATIR VS DESCALIFICAR


La semana pasada hemos recibido el enésimo insulto de una concejala del PP, la señora Amorós, que los suelta a menudo y con facilidad, no sé si por su carácter un tanto agrio, porque ya es un hábito adquirido o porque su despensa de recursos dialécticos no le da más de sí. Y digo ‘hemos’ porque nos solidarizamos con la receptora de tales epítetos, la concejala socialista Inma Enguídanos, con motivo de haber criticado su gestión a causa de la situación deplorable de un piso gratuito del Ayuntamiento para una familia con serios problemas sociales.

No vamos a entrar al trapo de esta histeria de descalificaciones e increpaciones. Estamos hartos, igual que lo está una buena parte de nuestra sociedad, hastiada de que el rifirrafe político se parezca más a un programa basura de tele-realidad. No nos ofende tampoco que la tilde, en su torrente de invectivas, de ‘ignorante’, a ella que posee una titulación superior por partida doble y que ha superado un concurso público para ser contratada, cosa que esta concejala popular no tiene en su haber ni creemos podría acometer, pues todos sabemos cuáles son sus méritos para ostentar la plaza que ocupa.

Estamos por el debate, por la confrontación de modelos y proyectos y el análisis de cómo se llevan a cabo para mejorar su gestión.

Si hablamos de modelos sociales, hemos de contraponer el suyo, basado en la subvención graciosa del que reparte los recursos, con otro sustentado en el ejercicio de derechos de justicia social y en la discriminación positiva hacia los más necesitados. Un modelo éste basado en la transparencia, en la aplicación rigurosa de la ley y en la participación efectiva de los colectivos afectados, frente a ese otro, el primero, cuya consecuencia inmediata suele ser el clientelismo y la exigencia de contraprestación.

Si nos atenemos a proyectos, podemos hablar del nuestro, que bajo el epígrafe “Un Castellón Solidario” desgrama más de ciento cincuenta propuestas para hacer efectivas las políticas de atención a la dependencia y a la promoción y la integración social de colectivos y personas con déficits. Un proyecto integral diseñado como un Plan cuatrienal para la solidaridad y la convivencia, que comienza por la elaboración de un riguroso mapa de necesidades que permita establecer metas y medidas prioritarias, determinar los recursos y detallar un sistema de indicadores para evaluar programas. Un proyecto para dar continuidad y concretar en la ciudad las políticas sociales de todas las instancias y administraciones, sin exclusión, desde la Unión Europea, el Gobierno Central y la Generalitat.

El de la Señora Amorós, después de tantos años de ejercicio de sus responsabilidades públicas, ni se le conoce ni, probablemente, existe. Si acaso, podría hablarse de una táctica que tiene tres objetivos: evitar que los problemas ciudadanos saquen a la luz el verdadero rostro que se esconde tras la tierna sonrisa de la caridad, el seguidismo de la política de dilación e inacción de la Generalitat y el continuo ataque al gobierno de Madrid a cuenta de lo que sea.

En cuanto a la gestión, no nos detendremos malévolamente en las personas dependientes de nuestra ciudad que han fallecido antes de recibir las ayudas solicitadas. Solamente nos atenemos a la denuncia de la concejala socialista, de ese piso que, no por ser gratuito, como los que tienen un alquiler mínimo, no deben disponer de los más básicos servicios (por no tener ni desagüe en la cocina) y que después de tantas y tantas súplicas está en una situación calamitosa. No debe entender la concejala que la miseria genera miseria, que es la aliada perfecta de la marginación.

Y de todo ello, modelos, proyectos y formas de gestionar, nos quedamos con lo verdaderamente importante: resolver eficazmente los problemas de las personas. Los insultos, por supuesto, los dejamos para otros.