miércoles, 3 de agosto de 2011

PERSONAS Y POLÍTICAS


Durante las últimas semanas se han producido en nuestra sociedad una serie de acontecimientos políticos provocados por el más largamente esperado e insistentemente reclamado: la dimisión de Camps. Hechos que han tenido una repercusión mediática de nivel nacional, que ya han sido objeto de análisis en numerosos cenáculos y medios de comunicación y lo seguirán siendo en los próximos meses coincidiendo con la próxima confrontación electoral. Pasada ésta, es más que probable que el señor Camps caiga en el olvido, por el bien de todos y, especialmente, del propio partido al que pertenece.

Sin embargo esta dimisión forzada del presidente Camps, el relevo del alcalde de nuestra ciudad Alberto Fabra en su sucesión y, siguiendo la cadena de efectos, la designación de Alfonso Bataller para ocupar el sillón vacío de la alcaldía tienen una innegable trascendencia para los de la Plana. Y puestos a valorar, ya que se abre un nuevo panorama político que anuncia una nueva etapa, vale la pena destacar algunos puntos.

Primero, tenemos que dejar claro que la renuncia del señor Camps a presidir la Generalitat Valenciana significa el reconocimiento político de su responsabilidad en unos hechos denigrantes repetidamente negados, hechos que han atentado muy gravemente contra la honorabilidad del máximo representante institucional de los valencianos. Por tanto, sólo cabe la acusación política de la tardanza en la toma de esta decisión, resuelta únicamente en clave personal y partidaria, y de la connivencia – activa o pasiva – de Rajoy por permitirlo.

Segundo, que cabe valorar positivamente la designación del hasta ahora alcalde de Castellón para desempeñar la Presidencia de la Generalitat, a la vez que hay que desearle un exitoso trayecto en su cometido. Es un hecho que, al margen de otras consideraciones, enerva el orgullo de los castellonenses, tan ajado por tantos fiascos: aeropuerto sin aviones, oposiciones masivas con cierto tufillo malsano, las peripecias de nuestro club albinegro...

No obstante, trae a colación otras reflexiones:
Una de ellas, que no deja de sorprender que un político que ha destacado por su grisura e ineficacia en la gestión municipal, con proyectos olvidados, promesas incumplidas, caos urbanístico y finanzas desastrosas, sea el designado para superar la grave situación que atraviesa nuestra administración autonómica. Otra, y ligada a la anterior, que resulta paradójico que tengamos los castellonenses que reivindicar a partir de ahora los proyectos no ejecutados por la Generalitat a quien hasta hoy mismo ha permanecido sospechosamente dócil y entregado a las altas instancias valencianas. Y otra más, que no debe olvidarse que, más allá del cambio de nombres, la causa de la renuncia no es más que un aspecto menos grave del que late en el fondo como sustrato de malas prácticas políticas, éticas y penalmente castigables, uno de cuyos focos está centrado en personas y empresas de nuestro entorno castellonense. El tiempo dirá el alcance de las tramas de corrupción que se están investigando, pero es el caso que políticos relevantes de Castellón están en tela de juicio y empresas que son las grandes beneficiarias de la gestión municipal – de la que Alberto Fabra ha sido el máximo responsable – ocupan puestos destacados de la trama investigada.

En cuanto a la nueva organización municipal con Alfonso Bataller como alcalde, hay que exigirle una nueva forma de entender la política municipal, más participativa y consensuada, con una gestión rigurosa y transparente, para resolver los graves problemas que padece nuestra ciudad, con la superación de los efectos de la crisis como objetivo de urgencia.

Nuevas caras, nuevos nombres. Esperamos, también, nuevas políticas.