viernes, 10 de junio de 2011

ANTICIPANDO LA JUBILACIÓN (PROFESIONAL)

Discurso elaborado por Pedro Gómez, con retazos de aquí y de allá, en representación de los 11 docentes del Instituto Francisco Ribalta que se jubilan este curso, y leído por Ángel Oter en la comida homenaje celebrada el día 8 de junio.


DISCURSO DE JUBILACIÓN. JUNIO DE 2011

Compañeras, compañeros, estimadas amigas y amigos:

Os hablo en nombre y representación de todos los que aquí, a mi lado, arropándome al leeros estas breves líneas, en pocos días acabaremos nuestra vida laboral: de Amalia, de Amparo, de Carmen, de Elvira, de Isabel, de Magda, de Maribel, de Mónica, de Pedro, de Teresa… y en el mío propio. Hemos preferido que sean estas palabras una sencilla manifestación coral de nuestros sentimientos, renunciando a que este acto se convierta en un remedo de concurso de monólogos.

Vaya por delante, sin más, nuestro agradecimiento por compartir este momento, por acompañarnos en este día.

Cada final de curso tiene para los que nos dedicamos a la docencia algo especial; no en balde algunos jalonamos nuestras vidas con este curioso calendario que termina en junio. Pero para los que en breve vamos a ‘pasar a mejor vida’ – en el literal sentido de la palabra -, este final de curso nos es verdaderamente excepcional: nos jubilamos, y lo hacemos, además, voluntariamente. Algo que nos añade un plus de emoción al acontecimiento.

A todos nosotros, a unos más, a otros menos, este truncamiento radical de la vida profesional nos provoca un cúmulo de emociones y sentimientos asociados a dos maneras de afrontarlo: desde el echar la vista atrás, mirando por el retrovisor, hasta ponernos de puntillas para otear lo que nos acecha.

Unos ponemos el acento en ver este hito como la culminación de un largo periodo, cuyos inicios se remontan tanto que se mezclan con las vivencias de juventud. Y entonces no podemos dejar de sucumbir a la tentación de hacer balance, personal y colectivo, de nuestro largo recorrido.

Para los que, como nosotros, llevamos tantos años de brega, no es tarea fácil: ¿cómo resumir, como evaluar, profesionalmente hablando, tal experiencia? Si nos atenemos a cantidades, las cifras abruman: hemos intentado enseñar; también, cómo no, educar, a no menos de 4.000 alumnos y alumnas. ¿En qué grado lo habremos conseguido? Hemos compartido esta tarea con cientos de personas, cada cual con su particular forma de entender y practicar la profesión, y hemos participado en proyectos colectivos de variada índole. ¿Cómo valorar justamente su innegable impronta?

El repaso cualitativo del bagaje nos ofrece un elocuente tránsito. Algunos nos podemos remontar a tiempos de finales del franquismo, y así, la experiencia es más multicolor. Pocos docentes de nuestro entorno europeo nos pueden hacer sombra: hemos batallado con la ley general del 70, con la lode, la logse y la loe, y hemos tenido que ir adaptándonos a sus innumerables cambios. Una tonelada de papel de diario oficial ha guiado nuestro quehacer y nos han dirigido – es un decir – desde el centro y desde la periferia: todo un lujo. ¿Alguien es capaz de concluir algo inteligible?

Una etapa que termina… o un ilusionante periodo que comienza. Nada menos que, si nos atenemos a las estadísticas, no menos de 25 años ¡un cuarto de siglo! sin sujeción de horarios, sin apreturas, con nuevas rutinas, quehaceres… Una etapa de mayor libertad, para dedicarnos a la construcción de un nuevo proyecto personal, a profundizar aspectos que el trabajo cotidiano impidió realizar con la intensidad deseada. Quien más, quien menos, tenemos muchos pitos que tocar y no nos van a faltar compromisos para llenar el vacío que la falta de trabajo docente va a suponer después del verano. No nos inquieta, a pesar de la incertidumbre. No os preocupéis: no vamos a caer en la trampa del miedo a la libertad, a lo desconocido.

Y cuando al próximo curso alguno de nosotros volvamos a visitaros y nos preguntéis: ¿qué tal, cómo estás?, responderemos sin afectación: “vivo jubilosamente”. Aunque creemos que no podremos dejar de sentir algo de nostalgia por vuestra vida profesional, recordándola con cariño, no nos anclaremos en el pasado. Nuestro es el presente, y lo viviremos con intensidad.

Vosotros seguiréis en la brecha, por el tiempo estipulado. No son buenos tiempos, ya lo sabéis, y no se atisban mejorías. Nos atrevemos a daros, como si ya estuviéramos viendo los toros desde la barrera, un consejo: cada cual debe ser capaz de encontrar en la tarea de cada día, de cada momento, el resquicio suficiente para estar satisfecho de su trabajo, sin falsas modestias. Es la mejor manera de navegar en este proceloso mar. Y así, cuando en el próximo curso volvamos y os preguntemos: ¿qué tal, cómo estás?, podáis responder sin afectación: “mejor de lo que imaginas”.

Termino. Muchas emociones, reflexiones y sentimientos que compartir con todos vosotros. Sabemos que siempre tendremos en el Ribalta un punto de encuentro. Sabed que tenéis en cada uno de vosotros un trocito de nuestro cariño. Gracias, y hasta siempre.

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