martes, 9 de septiembre de 2008

CON NOMBRE PROPIO


A pocos mandatarios les cabe el honor de hacerce un hueco con su nombre en la reciente historia de la educación en España o, por lo menos, de ser recordados por el colectivo del ramo. Son muchos los ministros y, más aún, sus homólogos de las autonomías que han dirigido y dirigen, unos y otros, el entramado educativo en el último medio siglo y escasa su contribución singular al sistema.

Si me apuran, hasta hace poco, el único que sonaba es el simpar Julio Rodríguez Martínez, ministro de Educación de Franco, el cual, en los escasos seis meses de mandato (de junio del 73 a enero del 74), tuvo la grandísima ocurrencia, para dar un vuelco a la maltrecha educación de los españolitos, de implantar en la educación su particular calendario, con el curso comenzando con el año natural, en enero, para acabarlo en octubre. El intento se conoce como “el calendario juliano”. Menos mal que ahí estaba el cejudo Carrero Blanco para pararle los pies, pero logró pasar a la historia.

Parece que a nuestro recordado Julio le ha salido un serio competidor en esto de tener ocurrencias y ordenar disparates para, supuestamente, mejorar la educación. Se trata, cómo no, de nuestro Conseller Font de Mora y su programa de Educación para la Ciudadanía, enseñado en castellano o valenciano pero comunicado en inglés, con dos profesores: el de la asignatura y el de inglés. Se atreve a decir, al respecto, que es una forma más de mejorar el aprendizaje de esta lengua extranjera, que tanta falta hace.

Semeja un mal chiste, pero es la cruda y triste realidad. La educación de nuestros jóvenes, una vez más, puesta al servicio de las reyertas partidistas, sin ambajes, con todo el cinismo que son capaces de almacenar, arrimando al mismo tiempo el ascua a la sardina de la enseñanza de los curas. Aún cuando este sector confesional de la enseñanza está harto de utilizar dinero público para adoctrinar a sus alumnos, pone el grito en el cielo si se trata de educar a todos y todas en valores ciudadanos, consagrados por la Constitución, para educarles en algo tan valioso como es saber convivir con los demás democráticamente. No es algo nuevo: siempre han actuado del mismo modo.

Pero lo que pone la diferencia ahora es, precisamente, la pirueta que se ha inventado el señor Font de Mora: en inglés; así, como no se enteran, no podrán enseñarles los contenidos pero aprenderán inglés. Es tal el desatino que, creo, el propio conseller está esperando la resolución judicial para acabar con el esperpento. Mientras, ahí queda el intento, para vergüenza de todos, y si puede, en su condición de forense, certificar la defunción de la educación en este país. Pasará a la historia con nombre propio.

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